miércoles, 2 de mayo de 2012

NO ME OLVIDES


Un día lluvioso, sin nada que hacer, salvo recoger los pedacitos de papel de mi escritorio, me doy cuenta de que me siento sola. Paseo por mi habitación, intentando descubrir, cómo compartir con mis amigos, aquellos a los que casi no veo, mis sentimientos, mis momentos de alegría e incluso los difíciles momentos que he pasado añorando mi tierra, aquella que me vio crecer, enamorarme como nunca lo había hecho antes, esa tierra que huele a vino, que siento tan dentro de mi como el único lugar conocido, esa tierra que vaya donde vaya me seguirá en el camino.

Me levanto de la silla y abro un armario, donde guardo para ocasiones especiales, acostado, dormido, una porción de mi tierra envasada al vacío. Tinto para recordar  mis experiencias pasadas, para penetrar en mis lugares favoritos, aquel que vino, aquel que nunca me dejará, aquel que aunque por un momento quiera olvidarme de él, siempre estará conmigo.

Al descorchar el  vidrio, siento el olor a mi pueblo, que evoca en mí los recuerdos que tengo de él, aquellos que parecían tan lejanos, y que la simple esencia despierta en mí el deseo de volver. Elijo bien la copa, frágil el cuerpo más fuerte el aroma, para acariciar así, un pedacito de mi historia.

Saboreo el vino, rojo como la sangre, recordando los esfuerzos realizados hasta el presente, tan lejos de los míos, pero a la vez tan cerca de ellos. A medida que tiño mis labios, mi memoria despierta, recordando los buenos momentos vividos, las ilusiones y los fracasos que obtuvimos.

Quizá recordar lo vivido, quizá sentir las raíces que fuertemente se agarran a mi tierra, quizá extender el tinte por mi garganta, hace que por un instante no me sienta sola, sino acompañada de mis seres queridos, aquellos a los que casi no veo, y que siempre llevaré conmigo.

EVOCACIÓN A LOS SENTIDOS



Celebraciones, sonrisas,
llantos producidos por alguna noticia inesperada.
Quizá son momentos de reflexión,
situaciones producidas por causas que desconocemos,
pero que hacen fluir nuestros sentidos por una fina y brillante copa,
frágil, transparente,
llena de tintes rosados, rojos o blancos cristalinos.

Escuchas el despertar de la buena comida.
Un sonido casi impredecible por el oído,
como el canto de una sirena
anuncia la existencia de un brillante objeto,
 que hace que todos los encuentros sean como los primeros.

Acercas el vidrio a tu boca y lo primero en sentir,
antes de degustar el suave, amargo e incluso dulce sabor,
es el aroma penetrante en tu nariz,
que hace a tus extremidades acercar,
el fino y esbelto trazo de cristal a los labios,
para fundirse en el más dulce de los tragos.